La Culpa es de Morricone


Algunos crecen escuchando música romántica, otros sólo jazz, otros sólo reggaeton; otros crecen bajo el alero de los grandes 'genios' de la música del siglo XX como Dylan, Zeppelin, Zappa, Stones... y, como en muchos otros campos, la gente se debate en la lucha por coronar su estilo como el mejor, citando numerosos argumentos y otorgándole cuerpo y alma a la ferviente creencia de que su música es incuestionablemente mejor que la del otro.

El punto no es éste. Todos luchamos por validarnos.

El punto es que la gran mayoría de nosotros siente afinidad por la música que le gusta actualmente por el sencillo hecho de que fue aquella la que nos acompañó en nuestra infancia, que sonó en los extensos momentos de nuestra inconciencia respecto a las capas sonoras que nos rodean en nuestras masticadas del almuerzo, en nuestras excreciones, en nuestra batalla personal por evadir los deberes domésticos y académicos. Aceptémoslo, si hubiésemos crecido con música tribal, nos habría gustado la música tribal. Es un fenómeno muy curioso y particularmente interesante.

Me carga cuando viene alguien e intenta restregarme sus gustos musicales en la cara, menos aún cuando elabora una extensa argumentación que revela una obvia inteligencia, pero muy mal encaminada hacia el horror de la intolerancia. Para ser sincero, me aburren muchos tipos de música considerados como el pináculo de dicho arte. Muchos otros los aprecio y de hecho me gustan, pero nada me llena como la música instrumental. Nada me inspira para caminar, para escribir, para imaginar, para reflexionar, para entristecerme, para alegrarme, como la música instrumental. Y particularmente, las bandas sonoras.

Cuando tenía 4 o 5 años aprendí a usar el equipo de música de mi casa. Y una de las primeras cosas que encontré fue el cassette de la banda sonora de The Mission, 1986, de Ennio Morricone. Escucharlo se convirtió en una experiencia eróticamente culpable, como una primera masturbación, ocultándole al resto mi vergüenza con el par de audífonos que guardaban el placer sólo para mi deleite personal y egoísta. Creía -y sigo creyendo, curiosamente- que escuchar música instrumental -y de cine, especialmente- es una especie de actividad marginal que el resto no necesita conocer de mí, como un factor que propicia enunciados tales como "es que no entenderías", o "es lo que a mi me gusta, ok?". La cosa es que me sentí tan cautivado por el lenguaje musical desprovisto de una voz humana, de las frases y la gramática de la disposición de los instrumentos en armonía, que el placer culpable se volvió un placer repetitivo, con el cassette rebobinándose una y otra vez, y yo comenzando a entender que lo que escuchaba era el trabajo de un compositor hecho exclusivamente para la musicalización de una película. Fue mi primer roce con la impresión de que el cine tenía lo suyo.

Hoy en día me considero un absoluto ñoño de las bandas sonoras. Dieciséis años después, tengo en mi colección más de 180 y un conocimiento enciclopédico de compositores de cine de toda la era sonora, mayormente occidentales, aunque me dispongo ahora a conocer a los genios polacos y de Europa del Este en general, para posteriormente pasar a los asiáticos (manejo algunos chinos y especialmente japoneses, pero no como me gustaría). A veces me siento muy solo cuando se trata de discusiones musicales, pues la gran mayoría de la gente limita su conocimiento de música para cine a John Williams y "al tipo de Titanic" (dícese de James Horner). Crecí con mi propio grupo de genios a los que les debo poco menos que la vida, y aunque sigo creyendo que de algún modo se me discrimina por mis gustos poco usuales, puedo decir con orgullo que los años me han convertido en un crítico ávido a la vez que un tipo con gustos muy sensibles. Tampoco comparto la visión de muchos excépticos de que muy pocas bandas sonoras pueden subsistir por fuera de la película; si bien la principal razón por la que escucho soundtracks es por mi amor al cine, encuentro en la experiencia de escuchar bandas sonoras una exclusividad que otorga nuevas apreciaciones y lecturas a un ingrediente que se ve muy mermado por los otros. Ponerme los audífonos y escuchar la obra de algún compositor que disfruto, separada de la obra fílmica, me resulta una hora de cálido reencuentro con ese algo que en su momento fue voluntariamente olvidado.

Twenty-One


Voy a hacer trampa y voy a manifestar los tres deseos que pedí al soplar las velas de mi (nuestra, con la Kam y la Rocío) torta de cumpleaños Nº 21. No soy supersticioso (en demasía), así que no espero que la magia se rompa ni nada.

1.- Pedí que mis futuros trabajos académicos (y en especial el corto que haré este verano), sirvan como aprendizaje puro y como incipiente apertura hacia el mundo de la producción audiovisual. En otras palabras, pedí ser un buen futuro cineasta, lo que incluye tanto la parte netamente técnica y narrativa, como la incorporación de los últimos caldos de cabeza introspectivos que he hecho en cuanto a mi labor como comunicador humilde y honesto.
2.- Pedí (sí, no se sorprenda) por mi vida emocional. Dícese de mis relaciones. Ya sea si se trata de aprender a dejar mis trancas atrás y superar mis inseguridades y egoísmos, o incluso de aceptar la llegada de un alguien nuevo, quiero que en este aspecto pase lo mejor posible; en otras palabras, que reciba lo que necesito, no lo que quiero, aunque suene difícil.
3.- Por último, pedí por mis amigos, lo más fuerte que tengo en este momento. Pedí por que fueran felices, que crecieran si lo necesitaban, que la vida les sonriera y todo eso, y por supuesto, que siguieran a mi lado, porque si no hago plop.

Bueno, eso.

Y recién empiezo a asimilar que nací hace 21 años.

Synecdoque, Providencia


Uno tiene 20 años y teme que la vida se le escape de las manos; a uno le dicen que no se preocupe por los problemas propios de la edad porque los reales problemas vienen a los 30, a los 40, y los 50 en sí ya son un problema; a uno le dicen que sus problemas no son nada comparados con el hambre y la miseria de un niño africano y que debería agradecer todo lo que tiene.

Sí, uno tiene todo lo que necesita, pero no lo que quiere. Uno tiene todo para ser feliz, pero no lo es (¿cierto?). Uno no tiene que pensar en el niño africano que muere de miseria y de hambre, porque disminuye al niño africano que muere de miseria y de hambre a un estatuto comparativo, como recurso de auxilio en caso de que uno sienta que el carrete cancelado del viernes o un 4,8 en el último examen propician la instancia del suicidio. El niño africano no tiene que redimirnos de nuestra propia miseria. Que los problemas de verdad vengan a los 30 y los 40 es una falacia, los problemas siempre son reales en tanto que son homologados a la escala etárea y contextual de su gestación. Por muy patético que parezca, un quinceañero siempre sentirá que el peor suceso de su vida es que su madre canceló su cuenta Gold de Fotolog, y tendrá las ganas de suicidarse. Un veinteañero que se sienta solo en el mundo porque no recibe el cariño que quiere y tenga cuestionamientos existenciales porque su manera de ser le exige el cuestionarse su estar en el mundo, no es menos que un sobre azul o un recorte de sueldo o una ecografía de quintillizos. Estar solo no es menos que cualquier cosa.
Y esta manifestación escrita que Ud. califica de infantilismo agudo puede ser tal, pero se encuentra invalidando una postura honesta. No lo estoy atacando a Ud. por su garrafal habilidad de manejar la vida, así que no emita juicios sobre mi incapacidad para lidiar con ella.

Y es por eso que a ratos me siento como Caden Cotard (Synecdoque, New York), tan ambicioso y disperso que la vida se le va de las manos al asumir los conflictos de la existencia como cotardcéntricos. Uno siempre asume que los problemas le afectan a uno (porque le afectan, claro está), pero resulta casi maravilloso ver que uno como individuo siempre es una relación, y cómo transversalmente el problema no me afecta sólo a mí sino a quienes me rodean. Y lo peor que puede hacer uno es mantenerse ciego al respecto.

Lo que me une a mí con el resto del mundo son nuestros problemas. Así que no me digan que los problemas de verdad aún no vienen.

Sala de Espera


Esto es el desgarro desnudo en la sala de espera.
El clima maldito y los tickets vencidos.
Nadie dice mi nombre.
Estas son mis pequeñas exageraciones,
Soy peregrino de una caravana de sonrisas muertas.
Pura falsedad, puro terror de ser.
Nada cambia, el corazón sigue bombardeando sangre enamorada,
Es una guerra, queridos míos, la guerra que todos perdemos.
Una aorta exhausta, las esperanzas diluidas en los tiempos, en los años que cuentan los relojes sobre mi cabeza.
Me repele la tristeza, es el vicio de la auto-injusticia.
Imagino tu rostro pintado en el tiempo, en esos relojes que apunto ahora con el dedo
–aquí y allá-,
Las manecillas marcando la hora en tus facciones,
Hora de beber tus lágrimas, hora de absorber tu sonrisa.
Te sigo esperando, espero la espera.
Paso las páginas de la existencia vacías,
Estasis, estancia, estático, estamos, estuvimos, estaremos
Eso es lo que me digo.
Discuto tu ausencia en algún café del centro.
Debato mi presencia en otras salas de espera.
Clínicas, oficinas, inconciencias, bancos, esperanzas, azoteas de la imaginación.
Espero el momento en que mi boca salude tu frente, que mis dedos se deslicen en tu pelo, que no me veas como la naturaleza muerta de tus pinturas.
No estoy muerto, sobrevivo a ratos, me olvido en otros, pero héme aquí –digo de nuevo-
Superación, o disfruto el dedo incrustrado en la llaga.
La llaga que también espera.
La llaga que finge que se va.
La llaga que finge que se.
La llaga que finge que.
La llaga que finge.
La llaga que.
La llaga.
La.



Leonardo García Bello.

Así es la vida


En frente de una audiencia de 6 personas:


- ¿Cómo era él en la cama?
- Pero weon, es que... (está aquí al lado)
- ¡Está durmiendo! (o sea, está bien hablarlo)
- Ok... yo creo que hay minas que lo pasan mejor.



Delicioso como la vida misma.

The Future


Si éste fuera un mundo peor, el sistema de vigilancia social que describe, entre otros genios, Michel Foucault, se manifestaría superlativamente, a conciencia de todos, pero a su vez, con la calma de quien sabe -cree- que esta vigilancia es para mejor.

Si éste fuera un mundo peor, dicho sistema de vigilancia se manifestaría en la forma de un chip implantado en el cuerpo que almacena todo tipo de información sobre el individuo, desde su fecha de nacimiento hasta la talla de los zapatos que usa para su trabajo nocturno de los viernes y sábados.

Si éste fuera un mundo peor, esa información sería accesible para todo el mundo, como promoción de un sistema tipo Facebook pero de infinito mayor detalle, así también de aterrador nivel de opresión; todo el mundo sabría todo de todo el mundo, una especie de comunismo informático.

Si éste fuera un mundo peor, yo podría acceder a ese sistema y podría encontrar a S., de quien no sé nada hace 2 años, pero quiero saber, porque sí, y porque creo que en ese mundo tan terrible, al menos podría encontrar a quien quiero sin el temor de imaginarme que lo alcanzó el peor de los destinos; podría encontrarlo sin estar frente a la ansiedad de saberlo virtualmente desaparecido de la faz de la Tierra.

No sería un mundo tan terrible, sólo si pudiera hacer eso.

Old Videos


En serio, alguien tiene que detener a esta gente que confunde el dolor con el placer, y no a quienes se atan de manos y se ponen bolitas en la boca, sino aquellos que se masturban viendo las vidas de otros, la felicidad de los otros, las intimidades de otros. Esos que buscan hasta encontrar aquella foto, aquel video, aquel texto que acuse la existencia de un otro, de una otra realidad de la que sabía un poco, pero de la que me ocupo de saber más. Buscar el cómo vivió tu amiga cuando se fue a Inglaterra, fantasear con vidas alternativas si hubieses tenido la remota oportunidad de haber ido con ella, ver videos de tus exes con las parejas que vinieron después de ti, esperando ver aquel esbozo de sexualidad para saborear la tortura ácida de decirte a ti mismo, "él hizo lo mismo conmigo", y acabar incluso con los besos, con las caricias, con las sonrisas, con cualquier fragmento momentáneo de felicidad que te humille al reduccionismo de asumir que tu propia existencia depende de otras... y lo peor de todo, el semen, el semen, autoimagen vapuleada, acabar queriendo ser otro, pero en el fondo queriendo permanecer como el mismo espectador pasivo, con la mano en sus genitales, listo para vivir la cotidianidad de aquel que envidia porque simplemente, la vive mejor. Para vivir sólo hay que hacer eso, vivir, y no estar conciente de hacerlo. Alguien tiene que detener a estos perdedores que se mutilan emocionalmente minimizando sus alegrías propias al goce ajeno, y ni siquiera eso, porque la mecánica de esto, el gran perro mecanismo de esta porquería, radica en que disfruto al sufrir comparándome con otros, comparando mi miseria, mis llantos, mi pasado, con el de otro que estimo mejor. Y eso es lo que hace a este sujeto acabar, desdoblarse orgásmicamente, "la pequeña muerte": ver la felicidad de otros y asumir que la propia es imposible.

Alguien que los detenga, de verdad.

Höstsonaten


Sé que lees mi blog de vez en cuando, por eso tomaré mis chances y escribiré esto pensando en ti. Ayer vi una película llamada Höstsonaten (Sonata de Otoño) de mi director favorito, Ingmar Bergman, no sé si sabrás. Probablemente lo sabes, probablemente no. Es sobre una hija madura que recibe en su casa la visita de su madre, a quien no ve hace mucho tiempo. En su estadía se develan muchas trancas existentes entre ambas, particularmente la incapacidad de la madre por amar a su hija y los efectos que esto tuvo en ella, y en su relación. Hay una escena que me hizo llorar, sabrás tú, porque me recordó a nosotros, a tí y a mí. Sé que no podemos compararnos de ningún modo, tú siempre has sido una presencia constante, pero la manera de exponer esta conexión tan dramática y extraña que se produce, inevitablemente me llevó a ti. Tengo muchas cosas malas, muchos defectos, muchas formas inapropiadas de decir las cosas, de exudar desprecio, desdén e indiferencia en mis manerismos; trato mal a la gente, en especial a los que me quieren, y tú, al parecer, eres la persona más perjudicada siempre. En la película, la hija se llamaba a sí misma la purgación de los pecados de la madre, como si la transferencia del pecado fuera generacional y más aún, enraizada en los lazos afectivos. A quien quiero le traspaso mis desgracias personales. ¿Es verdad? ¿Es verdad que soy lo que soy porque tú lo fuiste antes? ¿O lo eres? Yo al menos quiero creer que no, y creo fervientemente que no; estás lejos de ser una persona perfecta, pero qué más maravilloso que la imperfección; generación por generación nos vamos pasando imperfecciones y así nos convertimos en seres humanos, rebozantes de imperfecciones que otros seres humanos rellenan queriéndonos. Me diste, entonces, todo lo humano que soy, todo lo que lloro, todo lo que amo, sin importar si me aman de vuelta o no. Soy muchas cosas y seguiré siendo muchas más, pero que te quede claro: nada de lo terrible que soy se debe a ti. Eres secretamente la persona que abrazo por la noche cuando me siento solo, cuando me han roto el corazón de nuevo, cuando quiero celebrar otro de mis pequeños triunfos. Estoy orgulloso por tenerte.

A Cristina, mi madre

Leonardo.

Querido Diario - Dear Diary:


He cumplido mi sueño de conocer gente bacán random-mente. En el fondo creía que era una fantasía irrealmente cinematográfica, quizá hasta un poco elitista, pero después de los porvenires y malos ratos -entiéndase malos ratos como una afirmación que debería ir con comillas, pero prefiero no añadírselas- de una noche de fiesta como cualquier otra, terminé topándome con varias seguidillas de personajes interesantísimos. Está bien, enfrentémoslo, no conocí al nuevo Ingmar Bergman ni al heredero de Jesucristo, pero fueron personas que, a pesar del breve tiempo compartido, le dieron a tal período una frescura que no había tenido jamás a esta instancia de conocer gente nueva. Toparme con un grupo de afterhourpeople en un paradero de buses esperando algún tipo de transporte que nos llevara lejos del antro en común, terminó convirtiéndose en una caminata por Santiago a las 6 de la mañana, hablando de cualquier cosa que escapara de un sentido común de lo que debe ser una conversación, y culminando en un regreso a casa gratis. Olvidándome del penoso incidente que acaeció previo a este intrigante episodio, fue una de las mejores noches que he tenido en mucho tiempo. Alabado sea Jebús.

Searching


Ando buscando a mi primera polola en facebook.

La tuve cuando tenía 5 años. Si alguien posee alguna información sobre su paradero, favor informarme a través de cualquier medio. Es parte de esas búsquedas sin lógica que de alguna manera se hacen imperativas.

Justin Case.


Si alguna vez llegas a leer esto, por favor házmelo saber. Sólo para entender que todavía vale la pena.

One - Aimee Mann


One is the loneliest number
That you'll ever do
Two can be as bad as one
It's the loneliest number since the number one

No is the saddest experience
You'll ever know
Yes, it's the saddest experience
You'll ever know
Because one is the loneliest number
That'll you'll ever do
One is the loneliest number
That you'll ever know

It's just no good anymore
Since you went away
Now I spend my time
Just making rhymes
Of Yesterday

Because one is the loneliest number
That you'll ever do
One is the loneliest number
That you'll ever know

One is the loneliest number
One is the loneliest number
One is the loneliest number
That you'll ever do
One is the loneliest number
Much much worse than two
One is a number divided by two


Véase en su mejor forma en Magnolia (1999, dir. Paul Thomas Anderson).

Los Gigantes


Hoy soñé con gigantes. Gigantes en una pradera sin verdes, sólo rosas y amarillos, un poco de azul y tornaleta, un color que inventé porque no sabía su nombre. En su país a veces hay que caminar sobre agua porque la tierra suele estar arriba; no sé cómo pueden sujetarla entera. A veces caen un par de piedrecillas y mugres encima de uno, aunque un viejo en una cabaña de bronce me contó que una vez al año caían peñascos del porte de una vaca.
Los gigantes viven en una colina no lejos del oasis de leche que les pertenece. Son tres, cada uno más pequeño que el otro, o al vesre, más grande que el anterior. Viven con dos tigres gordos y enormes que casi nunca se mueven. Me convidaron leche en mamadera; debieron saber que así me gustaba. Sabía a leche y a sandía. Tenían nombres poco comunes para ser gigantes: Ric, Taty y Carli. Debían ser extranjeros. Al final me despidieron regalándome la mamadera (que nunca se vaciaba) y caminé y caminé y caminé. Cuando desperté, todavía tenía la mamadera, pero sólo en los sueños debe funcionar, porque cuando la vi, ya estaba vacía.



Para Rafaela, de su tío Leonardo.

Ganadores Leonardo Awards Versión 2009.



Mejor Película Animada:
Beauty & The Beast (1991) – Gary Trousdale & Kirk Wise

La más lograda de las fábulas de Disney da en el clavo con todas las instancias que le permiten ser inolvidable, tanto por las preguntas que formula como por la innegable emoción que exudan sus personajes y situaciones. El mensaje (belleza interior) se repite en varias obras más de la misma fábrica, pero aquí halla su expresión más honesta y conmovedora. Sin mencionar que me identifico con la Bestia.



Mejor Película Extranjera:
Winter Light (1963) – Ingmar Bergman

La fría obra maestra de Bergman sobre la pérdida de la fe y la búsqueda de un propósito es una de sus construcciones más complejas – y más exitosas. Las actuaciones de Gunnar Björnstrand e Ingrid Thulin son brillantes y la hacen una de mis absolutas favoritas de Ingmar junto a sus otros trabajos nominados en esta lista.



Mejor Canción (Original o Utilizada en el Film):
Hedwig and the Angry Inch (2001) – “The Origin Of Love”

Tuve que escoger una sola canción de Hedwig para nominar en la categoría y era ésta o “Midnight Radio”. En todo caso las dos habrían ganado. Pero fue “Origin Of Love” por tener letras realmente originales y conmovedoras sobre la búsqueda de nuestra otra mitad con todo el tono épico que el tema se merece. Después de todo, el sueño de Hedwig –y el mío- es descubrir que ese otro estaba predestinado por los dioses.



Mejor Banda Sonora Original:
Mission, The (1986) – Ennio Morricone

Cuando era niño descubrí en una repisa de mi casa el cassette de la banda sonora de una película. Por curiosidad lo puse en el equipo de música y lo escuché de principio a fin. Tenía unos 8 años, y desde esa primera vez continué escuchando el cassette interminables veces, cambiando de los parlantes a los audífonos para poder apropiarme de la armonía y belleza sublime de una música que jamás me imaginé me gustaría, pero que me obligaba a volver a ella. Y doce años después, terminó ganando esta categoría.



Mejor Cinematografía:
Zerkalo (1975) – Georgi Rerberg

La masterpiece de Tarkovsky no sólo se siente como un sueño, sino que se ve como un sueño. La fotografía de Rerberg cambia de tonos sepia a vívidos verdes de pradera al blanco puro de la nieve sin cansarse de brindar en cada toma una imagen que te deja la quijada en el suelo.



Mejor Guión Adaptado:
Godfather, The (1972) – Mario Puzo & Francis Ford Coppola

Cualquier decisión autoconciente en esta categoría tendría que apuntar directo al guión de Puzo y Coppola. Sencillamente porque es la mejor pieza escrita de la que yo tenga registro, lo más cercano a la perfección que puede existir. De hecho me parece que de la lista de los 20 mejores guiones del Gremio de Escritores, es el guión adaptado con el puesto más alto.



Mejor Guión Original:
Scenes From A Marriage (1973) – Ingmar Bergman

La brutalidad emocional de Scenes From A Marriage es en un 90% responsabilidad del guión de Bergman, que se balancea entre potentes discusiones maritales, reflexiones sobre el amor, las relaciones y el rol de uno mismo en éstos, una delicada construcción psicológica de los personajes y todo esto enlazado por la originalidad de la puesta en escena a modo de chamberplay.



Mejor Actor en Rol Secundario:
Silence Of The Lambs, The (1991) – Anthony Hopkins

No creo que alguien debata mi decisión más que por el hecho de que Hopkins está en la categoría de Actor Secundario y no Principal (siempre me pareció que era Secundario, a pesar del rol fundamental que cumplía). Hopkins hizo de Hannibal Lecter el villano más feroz y temible –y refinado- de la historia del cine. Y punto.



Mejor Actriz en Rol Secundario:
ex-aequo; Hours, The (2002) – Julianne Moore;
Winter Light (1963) – Ingrid Thulin

¡La categoría más complicada de todas! Simplemente no podía decidir por una así que tanto Moore por su Laura Brown y Thulin por su Märtha Lundberg se convirtieron en la Mejor Actriz Secundaria. Lo curioso es que ambas, si lo vemos bien, interpretan prácticamente al mismo personaje. Quizás eso sea.



Mejor Actor en Rol Principal:
Godfather, The (1972) – Marlon Brando

Otra categoría que nadie debería debatir. Ésta, junto con mi decisión en Mejor Actriz Principal, está generalmente considerada dentro de las mejorísimas actuaciones otorgada por un actor en la historia. Brando, a pesar de ser un hijo de perra en la vida real, hace de Vito Corleone un hijo de perra inolvidable en ambos lados de la pantalla.



Mejor Actriz en Rol Principal:
Sophie’s Choice (1982) – Meryl Streep

Tendría que ser un idiota si no cayera rendido a los pies de la Meryl ante la mejor actuación de su carrera y, según es ampliamente reconocido, la mejor actuación femenina en la historia. La Sophie de Streep es inolvidable por su aparente vulnerabilidad, por el acento polaco, por el manejo de su persona a través de las revelaciones que le hace a Stingo, y particularmente por la potentísima escena de la decisión mencionada en el título. Meryl is the Queen.



Mejor Director:
Persona (1966) – Ingmar Bergman

La película más vanguardista de Bergman es un festín visual y gran parte de la complejidad de la historia se debe a la meticulosidad laberíntica con que Ingmar la narra, a través de encuadres ultra-bacanes y el uso más maravillosamente salvaje de sus ya habituales primeros planos y su tino para dirigir a sus actores –especialmente sus actrices-; “Persona” es así una película que se construye en base a rostros, y todo lo que ellos contengan.



Mejor Película:
Hours, The (2002) – Stephen Daldry, Robert Fox, Scott Rudin

Las Horas es una película universal. Aunque muchos la cuestionen por sus fuertes ambigüedades fruto de la sexualidad de sus personajes, es un film sublime que engloba, últimamente, el sufrimiento cotidiano del encierro, la imposibilidad de ser, los ecos que dejamos sobre otros y, después de todo ese discurso de absoluto pesimismo, refresca con la seguridad de que no vivimos esas horas en vano sino que es decisión nuestra el convertir las horas próximas en la certeza de la felicidad. Lleva 6 años siendo mi película favorita y no creo que se salga de su puesto alguna vez.



¿A cuántas le achuntó el caro lector? Comentarios son bienvenidos.

Hey Jude.


A Jude le tiritan las manos, pero no le sudan, nunca. Tiene dos hermanas mayores, gemelas, pero inexplicablemente una es muy hermosa y la otra un esperpento. Jude tiene 21 pero no quiere conducir así que se mueve en bicicleta. La chica que le gusta, Helena, se tropezó con él cuando ambos circundaban la ciclovía de la placita del barrio. Jude se torció el tobillo y Helena tuvo que recoger el kilo de pan que llevaba a casa en reemplazo del carísimo pie de limón. Se quedaron hablando bajo un poste junto a sus bicicletas hasta que los faroles se encendieron y se dieron cuenta de que era muy tarde, que el tobillo de Jude se había puesto morado y que un trío de perros intentaba llevarse la bolsa de pan. Se despidieron, supieron que vivían 10 minutos de distancia y Helena le dio un pan a Jude en respuesta a su indirecta demanda por comida.

Jude volvió a casa esa noche, su madre y su hermana -la hermosa- habían salido, se comió el pan sin untarle nada, subió a su habitación, cerró la puerta, confundió un CD de Serge Gainsbourg con uno de Múm, se metió a la cama, olvidó masturbarse y se durmió con las luces encendidas, no sin antes recordar que no le había dicho a Helena que su nombre completo era Jude Patrick Lerman.

Continuará.

Leonardo Awards - Version 2009


* Esta premiación consiste en reunir, en cada categoría, al mejor grupo de nominados a partir de toda la gama de ejemplos cinematográficos revisados por Leonardo a lo largo de su vida.
** Los ganadores de la versión 2009 serán publicados el sábado 21 de Febrero del presente año. Puede votar por sus favoritos en el apartado de comentarios, aunque no alterarán la decisión final del propio Leonardo.

Mejor Película

• Beauty & The Beast (1991) – Gary Trousdale & Kirk Wise
• Cries and Whispers (1972) – Ingmar Bergman
• Double Vie de Véronique, La (1991) – Krzysztof Kieslowski
• End Of Evangelion, The (1997) – Hideaki Anno
• Hedwig and the Angry Inch (2001) – John Cameron Mitchell
• Hours, The (2002) – Stephen Daldry
• Magnolia (1999) – Paul Thomas Anderson
• Persona (1966) – Ingmar Bergman
• Scenes From A Marriage (1973) – Ingmar Bergman
• Zerkalo (1975) – Andrei Tarkovsky

Mejor Director

• Cries and Whispers (1972) – Ingmar Bergman
• Double Vie de Véronique, La (1991) – Krzysztof Kieslowski
• Hours, The (2002) – Stephen Daldry
• Persona (1966) – Ingmar Bergman
• Zerkalo (1975) – Andrei Tarkovsky

Mejor Actriz en Rol Protagónico

• Cries and Whispers (1972) – Ingrid Thulin
• Hours, The (2002) – Nicole Kidman
• Persona (1966) – Bibi Andersson
• Scenes From A Marriage (1973) – Liv Ullman
• Sophie’s Choice (1982) – Meryl Streep

Mejor Actor en Rol Protagónico

• Dr. Strangelove, Or: How I Learned To Stop Worrying And Love The Bomb (1964) – Peter Sellers
• Godfather, The (1972) – Marlon Brando
• Great Dictator, The (1940) – Charles Chaplin
• Hedwig and the Angry Inch (2001) – John Cameron Mitchell
• Scenes From A Marriage (1973) – Erland Josephson

Mejor Actriz en Rol Secundario

• Cries and Whispers (1972) – Harriet Anderson
• Hours, The (2002) – Julianne Moore
• Magnolia (1999) – Julianne Moore
• Scenes From A Marriage (1973) – Bibi Andersson
• Winter Light (1963) – Ingrid Thulin

Mejor Actor en Rol Secundario

• Ed Wood (1994) – Martin Landau
• Hours, The (2002) – Stephen Dillane
• Ladri di Biciclette (1948) – Enzo Staiola
• Scenes From A Marriage (1973) – Jan Malmsjö
• Silence Of The Lambs (1991) – Anthony Hopkins

Mejor Guión Original

• Annie Hall (1977) – Woody Allen
• Being John Malkovich (1999) – Charlie Kaufman
• Casablanca (1942) – Philip & Julius Epstein
• Pulp Fiction (1994) – Roger Avary & Quentin Tarantino
• Scenes From A Marriage (1973) – Ingmar Bergman

Mejor Guión Adaptado

• Closer (2004) – Patrick Marber
• Godfather, The (1972) – Mario Puzo & Francis Ford Coppola
• Hedwig and the Angry Inch (2001) – John Cameron Mitchell
• Hours, The (2002) – David Hare
• Lolita (1962) – Vladimir Nabokov

Mejor Cinematografía

• Baraka (1992) – Ron Fricke
• Double Vie de Véronique, La (1991) – Slawomir Idziak
• Persona (1966) – Sven Nykvist
• Ying Xiong (2002) – Christopher Doyle
• Zerkalo (1975) – Georgi Rerberg

Mejor Banda Sonora Original

• Beauty & The Beast (1991) – Alan Menken
• Godfather, The (1972) – Nino Rota
• Hours, The (2002) – Philip Glass
• Mission, The (1986) – Ennio Morricone
• Piano, The (1993) – Michael Nyman

Mejor Canción (Original o Utilizada en el Film)

• Breakfast at Tiffany’s (1961) – “Moon River” – Henry Mancini
• End Of Evangelion, The (1997) – “Komm Süsser Tod” – Arianne
• Hedwig and the Angry Inch (2001) – “The Origin Of Love”
• Magnolia (1999) – “Save Me” – Aimee Mann
• Shortbus (2006) – “In The End” – Justin Bond & The Hungry March Band

Mejor Película Extranjera

• Bin-Jip (2004) – Kim Ki Duk (Corea)
• Fabuleux Destin d’Amélie Poulain, Le (2001) – Jean-Pierre Jeunet (Francia)
• Todo Sobre Mi Madre (1999) – Pedro Almodóvar (España)
• Trois Couleurs: Rouge (1994) – Krzysztof Kieslowski (Polonia/Francia)
• Winter Light (1963) – Ingmar Bergman (Suecia)

Mejor Película Animada

• Beauty & The Beast (1991) – Gary Trousdale & Kirk Wise
• End Of Evangelion, The (1997) – Hideaki Anno
• Sen To Chihiro No Kamikakushi (2001) – Hayao Miyazaki
• Waking Life (2001) - Richard Linklater
• WALL·E (2008)- Andrew Stanton*

*Adición de último minuto; reemplaza a Grave Of The Fireflies, The (1988) - Isao Takahata.

Los 11 personajes de ficción que me sirven como espejo.


11) Tom Creo (de The Fountain, 2006) : El tipo no soporta la idea de que la mujer de su vida se muera, así que hace lo imposible por mantenerla en la tierra a su lado. (Advertencia de spoilers) Fracasa.



10) Tom Ripley (de The Talented Mr. Ripley, 1999) : Cuántas caras tiene Tom, cuántas cosas oculta detrás de la máscara de un tipo psicótico y enfermo que en el fondo sólo quiere que lo quieran.



9) Melvin Udall (de As Good As It Gets, 1997) : Huraño e insoportable como pocos, Melvin Udall destruye a todo y todos a su paso sólo para darse cuenta de que no es nada sin ellos.



8) Donnie Smith (de Magnolia, 1999) : Se puso frenillos a los 40 sólo porque el chico que le gusta, el mesero de su bar favorito, también usa. Pero lo más terrible es la frasecilla que se manda al final de la película: "Tengo tanto amor para dar, pero no sé dónde ponerlo".



7) Hedwig Schmidt (de Hedwig and the Angry Inch, 2001) : Grande Hedwig, que cuenta la historia de la búsqueda de su otra mitad con canciones que le levantan hasta el apetito a uno.



6) Barbara Covett (de Notes On A Scandal, 2006) : Profundamente despectiva y ermitaña, Barbara vive entre la soledad secretamente autoimpuesta por su sociopatía y la obsesión enfermiza por el amor nunca correspondido de su colega Sheba Hart. Es una persona atroz, pero es imposible no sentir pena por ella al final.



5) Marianne (de Scenes From A Marriage, 1973) : La pobre mujer pasiva y suplicante que es detestada y humillada por su marido y la idea de un amor que no es recíproco, se termina convirtiendo en una mujer fuerte e independiente, no sin antes habérselas sufrido más que el dickson.



4) Alma (de Persona, 1966) : La neurótica obsesiva por excelencia. Evita tanto como anhela el fundir su persona con Elizabet Vogler, quien es a la vez su demonio personal y su aspiración de ser. Figura solemne de mi tema favorito: la fusión con un otro.



3) La Bestia (de Beauty & The Beast, 1991) : "Ella había visto que en su corazón no había amor[...] Avergonzado de su monstruoso aspecto, la bestia se escondió dentro de su castillo[...] si llegaba a amar a una doncella, y ella lo amaba también, antes de que cayera el último pétalo, se rompería el hechizo[...] si no, quedaría encantado y sería una bestia por toda la eternidad[...] Al pasar los años, él cayó en la desesperación y perdió toda esperanza, porque ¿quién podría algún día amar a una bestia?"



2) Clarissa Vaughan/Laura Brown/Virginia Woolf (de The Hours, 2002) : La tanda de las tres juntas, porque sencillamente no puedo separarlas. La trivialidad poética de Clarissa, que ve su vida depender de un otro sin el cual estaría vacía, la soledad cotidiana de Laura mientras prepara un pastel para su marido (un pastel crucial, no obstante), y las crisis mentales de Virginia, harta de la reclusión y deseosa de volver a la ciudad aunque ello le signifique la muerte. Todo eso y mucho, mucho más.



1) Shinji Ikari (de Neon Genesis Evangelion, 1995) : El arquetipo del adolescente emo, depresivo, suicida, neurótico, pero dolorosamente sensible y necesitado de amor. Se deshace cuando Kaworu le dice "te amo, Shinji", y cuando tiene que matarlo porque es Kaworu o la humanidad, su culpa se traduce en una neurosis interminable. Aún así, es un buen chico en el fondo. Cuando se toma su tiempo de pensar las cosas.




*Esta nueva lista autocompasiva y autorreferente es cortesía del ego sin limitaciones de Leonardo, patrocinador oficial de este blog.

Descríbase en una frase.


Soy un tipo que se masturba pensando en futuros felices.
 
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