Así que herimos a la gente, la gente nos hiere, y algunos nos herimos a nosotros mismos.
So what.
Y nos torturamos a nosotros mismos para sentir placer, para sentir alegría. Nos desangramos para sentirnos vivos, para sentir que más adelante podremos merecer algo, porque ninguna lágrima se derrama en vano. Nos cerramos, ensimismamos, y sólo damos pie a creer que nuestro dolor es el real y que el sufrimiento ajeno es sólo un show, una pantalla que nos reduce. Somos sufrientes incomprendidos que le lloran a la luna porque reclaman la sonrisa perdida, la sonrisa efímera -o eso nos gusta creer.
En realidad somos patéticos. Así, cara 'e raja. Patéticos. Somos felices estando tristes, llorando, LLORANDO como Rebekah del Río, amamos que nos hieran y terminamos de hundir la daga con nuestras propias manos, "sí, he sido herido, muero, ahora después de todo este llanto me tocará ser feliz". No es más que un patético despliegue de fútil masoquismo emocional, un blah blah blah eterno. Y el círculo vicioso no termina, porque si no tenemos alguien que nos hiera, lo inventamos. How pathetic is that.
Y en realidad a nadie le importa esto, así que sigan con sus vidas acorazadas, con sus metas cumplidas, con vuestros novios fieles y felices, viendo las estrellas por el tragaluz de una pieza y yendo al cine con tickets gratuitos.
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1 personas cumplieron su misión:
A mi tb me gustaría hablar más seguido contigo.
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