Muffin.


A ver, si mirara el camino, si lo mirara por la mañana sin escuchar los nombres y las letras de los nombres y los sabores y los roces y los Kodak Moments, podría decir que olvidar es la costumbre de todos los días a las 9.45.

Cae una hoja, cruzan dos peatones, la señora corre la silla para sentarse mientras le sirven el café con muffins, los muffins que huelen a distancia como la gloria de una obesidad imaginada, mira tu panza, mírala, bajo ella los pies que la sostienen y caminan y la panza y los muffins en la boca de la señora. Y podría pensar que querría poner un muffin en tu boca, una migaja por suspiro, darte el muffin de a poquito para alargar el proceso de hacer que el muffin fuera la metáfora del amor que me gustaría que me devolvieras, como muffin para allá, muffin para acá, vuelta y vuelta, me amas para siempre y me completas y esta dulce masa marrón que nos salió tan cara –la inflación oye, la inflación, ya no podré invitarte más- es el símbolo culinario de cuando dijimos que tú y yo ahora. Caminación por la misma vereda y compartición de los audífonos y tu mano y la mía sudaban juntas. Podría pensar en hacer eso.

Podría pensar en subirme a una micro y desear que el terminal fuera tu cama, tus sueños, tus proezas de ser humano imperfecto que anoto todos los días en la agenda del enamoramiento, y componer una canción usando todas las figuras literarias vulgares que me gusta ocupar cuando me acuerdo de ti, los poemas baratos que escribimos los pseudopoetas y los falsos enamorados en baños y servilletas y en palabras no pronunciadas después del sexo.

No pago la micro, me creo choriflái (como quienes emplean la misma palabra).

Pero no se trata de esto, se trata del diagnóstico de mis falsedades, de mis hipocresías, de mis olvidos voluntarios, de mis taldos espirituales en los que cambio de vida y gustos y enfermedades psicosomáticas como quien cambia una ampolleta rota, una ampolleta pequeña e inútil y blanca y quita-tiempo, la ampolleta de mierda, podría estar tomándome un café o caminando por Baquedano o haciéndole el amor a {inserte el nombre}, cálida (mente), ávida (mente), cariñosa (mente), pero no, la lámpara. Y eso no tiene sentido, porque se supone que lo de la lámpara era fácil, pero he ahí el comienzo de mis contradicciones, el querer escapar sin estar encerrado, el querer amar sin tener corazón.

No hay boca en donde poner el muffin.

Olvidar no es la única opción pero es la que escojo, porque duele, porque duele más, porque en medio del placer ajeno el dolor parece lo único real, lo que está aquí y ahora, lo que puedo tocar con la punta del dedo y la lengua y todos los dedos de mi cabeza que intentan alcanzarlo. No hay boca, no hay gracias, no hay muffin, no hay manos sudadas, no hay sexo agradecido ni cariñoso ni madurez ni ninguna promesa cumplida de dientes mostrados, de sonrisa dental con miguita de muffin en el labio.
Elijo no querer porque no sé cómo hacerlo, porque no hay con quién hacer el experimento, agregue dos tazas de algo, revuelva, enamórese, sea feliz, suba a la micro con sus audífonos sintiendo que el destino es lo que aprieta en la mano derecha con la seguridad de los objetos, el corazón en la mano clavado por la flecha firme y masculina del compromiso. Todo lo que no hay en el trayecto de la casa a la no-casa del otro, a la no-puerta, al no-abrazo, el no-beso, la no-cama, el no-reconocimiento compartido de los cuerpos, el no-te quiero, el no-te necesito, el no-vivamos juntos para siempre. Todos los no conviviendo en un frasco comprimido de imposibilidades, de negaciones básicas que pasan, no y no, más no y quizás no. No entiendo.

Pienso que me gustaría dormir en las partes de tu cuerpo que no conozco, dormir en tu hígado, en tus pulmones, donde nace la lengua, donde nace lo que quiero que sientas cuando te digo: quiero que existas en alguna extraña coincidencia de un lunes o martes, o quizás sábado y hasta domingo cuando no queda más que aparezcas debajo de mi cama diciendo que te perdiste y no sabes cómo llegaste ahí. Pienso que así podría realmente conocerte por completo, conocer tus partes rojas y viscosas y presumir que no hay rincón tuyo que escape a mi memoria, y decirle a la gente sosteniendo un trago en la mano, “lo conozco por completo, él a mí, nos queremos, nos compraremos un perrito que se llamará como alguna canción de cantante chileno underground”.

Pienso que si existieras, me gustaría saber de ti como quien estudia para algo toda su vida, un doctorado en Franciscos o en Sebastianes (que son muchos, yo diría que tres o cuatro) o en Hernanes o Fernandos y todos los otros nombres que no debería pronunciar por el bien de la decencia, cállate, Leonardo, cállate.

Pero sabes que no te llamas Leonardo y que el Leo es sólo el nombre de un tipo que no sabe ser quien es, que se ríe de chistes que no dan gracia, que hace cosas por los demás que no le interesan, que finge haber crecido cuando sigue teniendo la misma altura emocional, un metro diez o veinte, un onanismo brígido y salvaje. Él no sabe ser él mismo, hace lo que le gusta a los demás, tiene la esperanza de ser gustado, tiene la esperanza de que le enseñen a amar, un curso intensivo de compromiso y superación de fisuras y aceptar al otro y a uno mismo y querer así no más, el amor como una bebita desnuda que te sonríe sin saber quién eres, sólo porque estás ahí, el amor es como esa bebita desnuda, piensas. El amor es tantas cosas, la verdad. El amor es lo que no sabes.

Y lo que no sabrás nunca hasta no aceptar que, para empezar, el amor no es un muffin en una boca, sino el momento en que odiabas al muffin y luego lo amaste porque te lo daba él, en ese momento de masticación y miradas cruzadas, el muffin derritiéndose en la boca como la resistencia del alma a sentirse completada, Leonardo y {inserte el nombre} en un genuino momento de verdad e intimidad y el reloj tic tac y la película y paf, se acabó el muffin, ahora dame tu boca.

Por Leonardo García Bello.

1 personas cumplieron su misión:

Vivianars dijo...

me pasa que todos los días de mi vida me voy escuchando música caminando hacia mi casa pensando en que películas como 500 summer days y canciones como you will de bright eyes tienen alguna especie de augurio mistico. Pero cuando llego a mi casa en realidad está todo igual y no pasó nada interesante durante el día y cuando me acuesto comienzo a pensar otra vez en miles de posibilidades para deducir finalmente que fueron todos parte de una dimensión alterna.

 
Copyright 2009 The Minutes, The Hours, The Years, The Eras.. All rights reserved.
Free WordPress Themes Presented by EZwpthemes.
Bloggerized by Miss Dothy